La trufa es el cuerpo fructífero de un hongo. Tiene la particularidad de que se cría en el suelo, normalmente entre 5 y 20 cm de profundidad. Para poder desarrollarse el hongo necesita asociarse con las raíces de determinados árboles (encinas y robles mayoritariamente, aunque también puede hacerlo con avellanos y coscojas).
Una característica especial de los árboles productores de trufas es que tienen una zona a su alrededor donde no crece la hierba. Este hecho es debido a la acción del hongo de la trufa que ejerce una gran competencia sobre la misma, evitando el crecimiento y desarrollo de cualquier otra vegetación. Esta zona se denomina “quemado”, debido a su similitud con las zonas devastadas de vegetación.
La trufa es un producto totalmente natural, exquisito, valorado enormemente en la alta cocina, aunque se puede disfrutar con la mínima elaboración en la cocina de cualquier hogar. Brillat-Savarín, célebre gastrónomo y escritor francés, la bautizó como el diamante negro de la cocina.
Las trufas han sido valoradas y consumidas desde la antigüedad, los griegos y los romanos les atribuían poderes afrodisíacos pues decían vuelven a las mujeres más tiernas y a los hombres más amables.
La trufa negra (Tuber melanosporum) necesita de condiciones específicas de clima y suelos para poder sobrevivir por lo que solo se da en un restringido número de países. A nivel mundial se cría de forma natural principalmente en España, Francia e Italia. Por ello que es un producto altamente cotizado, pues necesita satisfacer una demanda creciente a nivel mundial.